lunes, 15 de mayo de 2017

Video: Intenciones del Papa Francisco - "Los cristianos de África, testigos de la paz" - (YouTube) -

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INTENCIONES DEL PAPA 
POR LOS DESAFÍOS DE LA HUMANIDAD
MAYO 2017
Intención de oración universal:
Para que los cristianos en África, a imitación de Jesús Misericordioso,
 pueden dar testimonio profético  de la reconciliación,
 la justicia y la paz.

Oración
Señor Jesús, Príncipe de la Paz, 
nos pide que sea, 
siempre y en todo momento, 
instrumentos de tu paz. 
En muchos lugares del mundo, 
las guerras causaron heridas profundas entre los pueblos, 
los cuales tardan mucho tiempo en sanar. 
Este mes, te rogamos,
 en particular para los cristianos en África, 
que vivieron y viven actualmente en guerra, 
para ser, en sus países, los primeros testigos 
que hacen que el sueño de la idea de que 
el perdón es posible, 
que la paz es duradera. 
También pedimos que en nuestras pequeñas
 guerras diarias, 
no nos dejemos llevar por el odio y el resentimiento, 
pero vamos a abrir el corazón a la humildad del perdón
 y la paz.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria…

Desafíos para el mes
  • Oren por los cristianos en África, para presenciar la paz y la reconciliación, después de los tiempos de guerra entre grupos y países.
  • En la vida personal, buscar situaciones en las que no estamos en paz con alguien y tratar de conciliar con esa persona.
  • Tratar de conocer y las instituciones de apoyo que trabajan en la reconciliación entre los pueblos en los países que están o han estado en guerra.
http://www.popesprayer.net/
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sábado, 13 de mayo de 2017

VIDEO y TEXTO: Homilía del Papa en la Misa de canonización de los pastorcitos de Fátima (YouTube)

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FÁTIMA, 13 May. 17 / 05:10 am (ACI).- El Papa Francisco presidió en el atrio del Santuario de Nuestra Señora de Fátima la Misa de canonización de los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto, los niños que en 1917 fueron testigos de las apariciones de la Virgen en esta localidad portuguesa.

A continuación el texto completo de la homilía:

«Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol», dice el vidente de Patmos en el Apocalipsis (12,1), señalando además que ella estaba a punto de dar a luz a un hijo. Después, en el Evangelio, hemos escuchado cómo Jesús le dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27).

Tenemos una Madre, una «Señora muy bella», comentaban entre ellos los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel bendito 13 de mayo de hace cien años. Y, por la noche, Jacinta no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: «Hoy he visto a la Virgen». Habían visto a la Madre del cielo. En la estela de luz que seguían con sus ojos, se posaron los ojos de muchos, pero… estos no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto.

Pero ella, previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida a menudo propuesta e impuesta sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre, porque, como hemos escuchado en la primera lectura, «fue arrebatado su hijo junto a Dios» (Ap 12,5). Y, según las palabras de Lucía, los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos —por no decir de todos—, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».

Queridos Peregrinos, tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús, porque, como hemos escuchado en la segunda lectura, «los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo» (Rm 5,17). Cuando Jesús subió al cielo, llevó junto al Padre celeste a la humanidad nuestra humanidad que había asumido en el seno de la Virgen Madre, y que nunca dejará.

Como un ancla, fijemos nuestra esperanza en esa humanidad colocada en el cielo a la derecha del Padre (cf. Ef 2,6). Que esta esperanza sea el impulso de nuestra vida. Una esperanza que nos sostenga siempre, hasta el último suspiro.

Con esta esperanza, nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años, y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen, desde este Portugal rico en esperanza, ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra. Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a «Jesús oculto» en el Sagrario.

En sus Memorias (III, n.6), Sor Lucía da la palabra a Jacinta, que había recibido una visión: «¿No ves muchas carreteras, muchos caminos y campos llenos de gente que lloran de hambre por no tener nada para comer? ¿Y el Santo Padre en una iglesia, rezando delante del Inmaculado Corazón de María? ¿Y tanta gente rezando con él?» 
Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas. Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados. 
Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda.

En efecto, él nos ha creado como una esperanza para los demás, una esperanza real y realizable en el estado de vida de cada uno. Al «pedir» y «exigir» de cada uno de nosotros el cumplimiento de los compromisos del propio estado (Carta de sor Lucía, 28 de febrero de 1943), el cielo activa aquí una auténtica y precisa movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía. No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24): lo ha dicho y lo ha hecho el Señor, que siempre nos precede. Cuando pasamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. De este modo, no subimos a la cruz para encontrar a Jesús, sino que ha sido él el que se ha humillado y ha bajado hasta la cruz para encontrarnos a nosotros y, en nosotros, vencer las tinieblas del mal y llevarnos a la luz.

Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor.

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VIDEO: 13 de Mayo: 100 años de la primera aparición de la Virgen de Fátima

Palabras del Papa en la vigilia en la capilla de las apariciones de FátimaResultado de imagen para imagen de la virgen de fatima en portugal

FÁTIMA, 12 May. 17 / 03:41 pm (ACI).- Tras bendecir las velas en el Santuario de Fátima, e instantes antes de comenzar el rezo del Santo Rosario, el Papa Francisco dirigió unas palabras a los cientos de miles de fieles y peregrinos congregados en el lugar, y recordó que “si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos”.
A continuación, el texto completo de las palabras del Papa Francisco en la vigilia de la Capilla de las Apariciones:

Queridos peregrinos de María y con María.
Gracias por recibirme entre vosotros y uniros a mí en esta peregrinación vivida en la esperanza y en la paz. Desde ahora, deseo asegurar a los que os habéis unidos a mí, aquí o en cualquier otro lugar, que os llevo en mi corazón.

Siento que Jesús os ha confiado a mí (cf. Jn 21,15-17), y a todos os abrazo y os confío a Jesús, «especialmente a los más necesitados» —como la Virgen nos enseñó a pedir (Aparición, julio de 1917)—. Que ella, madre tierna y solícita con todos los necesitados, les obtenga la bendición del Señor.

Que, sobre cada uno de los desheredados e infelices, a los que se les ha robado el presente, de los excluidos y abandonados a los que se les niega el futuro, de los huérfanos y las víctimas de la injusticia a los que no se les permite tener un pasado, descienda la bendición de Dios encarnada en Jesucristo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).

Esta bendición se cumplió plenamente en la Virgen María, puesto que ninguna otra criatura ha visto brillar sobre sí el rostro de Dios como ella, que dio un rostro humano al Hijo del Padre eterno; a quien podemos ahora contemplar en los sucesivos momentos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su vida, como recordamos en el rezo del Rosario. Con Cristo y María, permanezcamos en Dios.

En efecto, «si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos, es decir, hay que reconocer la relación esencial, vital y providencial que une a la Virgen con Jesús, y que nos abre el camino que nos lleva a él» (Pablo VI, Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, Cagliari, 24 abril 1970). De este modo, cada vez que recitamos el Rosario, en este lugar bendito o en cualquier otro lugar, el Evangelio prosigue su camino en la vida de cada uno, de las familias, de los pueblos y del mundo.

Peregrinos con María... ¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos ejemplo, o más bien una Señora «inalcanzable» y por tanto inimitable? ¿La «Bienaventurada porque ha creído» siempre y en todo momento en la palabra divina (cf. Lc 1,45), o más bien una «santita», a la que se acude para conseguir gracias baratas?

¿La Virgen María del Evangelio, venerada por la Iglesia orante, o más bien una María retratada por sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo para castigar: una María mejor que Cristo, considerado como juez implacable; más misericordiosa que el Cordero que se ha inmolado por nosotros?

Cometemos una gran injusticia contra Dios y su gracia cuando afirmamos en primer lugar que los pecados son castigados por su juicio, sin anteponer —como enseña el Evangelio— que son perdonados por su misericordia. Hay que anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios siempre se realiza a la luz de su misericordia. Por supuesto, la misericordia de Dios no niega la justicia, porque Jesús cargó sobre sí las consecuencias de nuestro pecado junto con su castigo conveniente.

Él no negó el pecado, pero pagó por nosotros en la cruz. Y así, por la fe que nos une a la cruz de Cristo, quedamos libres de nuestros pecados; dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor, porque eso no es propio de quien se siente amado (cf. 1 Jn 4,18). «Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño.

En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. [...] Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 288). Que seamos, con María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona, perdona todo.

Llevados de la mano de la Virgen Madre y ante su mirada, podemos cantar con alegría las misericordias del Señor. Podemos decir: Mi alma te canta, oh Señor.

La misericordia que tuviste con todos tus santos y con todo tu pueblo fiel la tuviste también conmigo. Oh Señor, por culpa del orgullo de mi corazón, he vivido distraído siguiendo mis ambiciones e intereses, pero sin conseguir ocupar ningún trono. La única manera de ser exaltado es que tu Madre me tome en brazos, me cubra con su manto y me ponga junto a tu corazón. Que así sea.
Esta es la rosa de oro que el Santo Padre regaló a Nuestra Madre,
la Virgen de Fátima

lunes, 8 de mayo de 2017

El Papa Francisco, recibe a los Presbíteros Andrés Mangas y Eduardo Torre de la Diócesis de Mar del Plata

Y un día, el sucesor de Pedro te recibió...
Padre Andres Mangas
Párroco de San Pío X
Mar del Plata

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Francisco: Misa en Santa Marta
"Estar siempre abiertos a las sorpresas de Dios"
El Santo Padre Francisco celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
08/05/2017
 (RV).- Estar atentos ante el pecado de oponer resistencia al Espíritu Santo, sino estar más bien siempre abiertos a las sorpresas de Dios. Lo sugirió el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

El Espíritu Santo mueve a la Iglesia, hace mover a la comunidad cristiana. El Santo Padre insistió sobre esta verdad que se desprende, de modo especial, de la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Dios nos sorprende siempre porque es un Dios vivo y camina con nosotros

El Espíritu Santo – dijo el Papa Bergoglio – realiza milagros, cosas nuevas y “algunos, seguramente, tenían miedo de estas novedades de la Iglesia”:

“El Espíritu es el don de Dios, de este Dios, nuestro Padre, que siempre nos sorprende. El Dios de las sorpresas… ¿Por qué? Porque es un Dios vivo, es un Dios que habita en nosotros, un Dios que mueve nuestro corazón, un Dios que está en la Iglesia y camina con nosotros y en este camino nos sorprende siempre. Y así como Él ha tenido la creatividad de crear el mundo, tiene la creatividad de crear cosas nuevas todos los días. El Dios que nos sorprende”.

Francisco observó que esto puede crear “dificultades”, como le sucedió a Pedro que fue contestado por los otros discípulos cuando supieron que “también los paganos habían acogido la Palabra de Dios”. Y subrayó que para para ellos, Pedro había ido más allá y se lo reprochan, porque según ellos, era “un escándalo” hasta decirle: “Tú, Pedro, ¡la piedra de la Iglesia! ¿Adónde nos llevas?”.

No resistirse al Espírito Santo, invocando el “siempre se ha hecho así”

El Pontífice recordó que Pedro relata su visión, “un signo de Dios” que le hace “tomar una decisión valiente”. Pedro – reafirmó – “es capaz de acoger la sorpresa de Dios”. Por lo tanto, ante tantas sorpresas del Señor, “los Apóstoles deben reunirse y discutir y llegar a un acuerdo” para dar “el paso hacia adelante que el Señor quiere”:

“Siempre, desde los tiempos de los profetas, y hasta hoy, está el pecado de resistirse al Espíritu Santo: la resistencia al Espíritu. Y éste es el pecado que Esteban reprocha precisamente a los miembros del Sinedrio: ‘Ustedes y sus padres se han resistido siempre al Espírito Santo’. La resistencia al Espíritu Santo. ‘No: siempre ha sido hecho así, y debe hacerse así’. No vengas con estas novedades, Pedro; quédate tranquilo… tómate una pastilla que te calme los nervios… Quédate tranquilo… Es la cerrazón ante la voz de Dios. Y el Señor, en el Salmo, habla a su pueblo: “No endurezcan su corazón como sus padres”.

Pedir la gracia del discernimiento para distinguir el bien del mal

Hacia el final de su homilía, el Papa afirmó – con su pensamiento puesto en el Evangelio del día sobre el Buen Pastor – que siempre nos pide que no endurezcamos nuestro corazón. “Lo que Jesús quiere – dijo – es que hay otros pueblos” otros rebaños “que no pertenecen, pero habrá un solo rebaño y un solo pastor”. Y añadió que estos, incluso si se convertían, “eran considerados creyentes de segunda clase: nadie lo decía, pero de hecho…”:

“La cerrazón, la resistencia al Espíritu Santo; aquella frase que cierra siempre, que te detiene: ‘Siempre ha sido hecho así’. Y esto mata. Esto mata la libertad, mata la alegría, mata la fidelidad al espíritu Santo que siempre obra hacia adelante, llevando adelante a la Iglesia. ¿Pero cómo puedo saber yo si una cosa es del Espíritu Santo o es de la mundanidad, del espíritu del mundo, o es del espíritu del diablo? ¿Cómo puedo? Y pedir la gracia del discernimiento. El instrumento que el mismo Espíritu nos da es el discernimiento. Discernir, en todo caso, como se debe hacer. Es lo que han hecho los Apóstoles: se han reunido, han hablado y han visto que aquel era el camino del Espíritu Santo. En cambio, aquellos que no tenían este don o no habían rezado para pedirlo, se han quedado cerrados y detenidos”.

“Pidamos al Señor – fue la invocación final del Papa Francisco – la gracia del discernimiento para no equivocarnos de camino y no caer en la inmovilidad, en la rigidez, en la cerrazón del corazón’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

domingo, 7 de mayo de 2017

Video: 8 de Mayo Día de Nuestra Señora de Luján - Patrona de de la República Argentina - (Youtube) -

Imagen relacionada
Una carreta llevando la imagen a Santiago del Estero
se detuvo a orilla del río Luján y sólo reanudó
la marcha cuando bajaron la imagen de la actual
Virgen de Luján y allí se quedó

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