El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presentó la “puerta de la misericordia” por la que los fieles podrán acceder a la indulgencia plenaria durante el año jubilar convocado por el papa Francisco.
La abertura se encuentra en la iglesia catedral de los Santos Pedro y Cecilia, a un costado del ingreso principal. Dicha puerta permanecerá cerrada hasta el 8 de diciembre, cuando se dé inicio el Jubileo de la Misericordia.
Acompañado por el presbítero Gabriel Mestre, vicario general de la diócesis, y miembros de la Comisión Diocesana del Año por la Misericordia, el obispo explicó que esta puerta es uno de los símbolos más impactantes de este tiempo que la Iglesia se prepara para vivir en los próximos meses.
“Jesús se presenta en los evangelios como el Buen Pastor. Se presenta como la puerta donde deben entrar las ovejas para encontrar pasto abundante. Es una metáfora: Jesús es el rostro de la misericordia del Padre. Dios Padre tiene un plan misericordioso para todos los hombres, y para alcanzar esa misericordia, se requiere fe. A través de este gesto pedagógico, la Iglesia quiere hace sentir que Dios nos recibe en su casa”, explicó.
El obispo observó que la palabra misericordia se compone de miseria y corazón, “la miseria de los hombres y el gran corazón de Dios”. Al respecto agregó: “Es un gran corazón que se inclina sobre una gran miseria con la voluntad de remediar la miseria principal del hombre, que es estar alejado de Dios. De allí se derivan los otros males”.
“Aquí en la Iglesia Catedral, mirando de frente, la puerta lateral derecha es la puerta de la misericordia. Entrando por allí se pone ese gesto pedagógico. Entro en la casa del Padre, y recibo su perdón. Esa es la dignidad mayor que puede sentir un hombre: Dios me recibe en su casa y me ofrece su perdón. Al mismo tiempo me pone en un camino de vida, pone como condición la fe. Cuando alguien dice que cree en Jesucristo, está dispuesto a tomarlo como Maestro de Vida, está dispuesto a caminar por donde Él nos enseñó a caminar, con la gracia de Dios que es el Espíritu Santo”, reflexionó el obispo.
Por último, el obispo diocesano indicó que “se abre un tiempo de preparación”, y resaltó que los hombres requieren símbolos, gestos y demás ejemplos de esa pedagogía que permite comprender realidades que lo superan.
Vida consagrada
Por la tarde, monseñor Marino celebró una misa en la catedral con buena representación de las distintas órdenes, congregaciones e institutos seculares de la diócesis, convocados para la fiesta de la Natividad de la Virgen María y la Jornada de la Vida Consagrada.
En medio de “grandes transformaciones culturales”, el prelado invitó a los religiosos y religiosas a “contemplar en María el secreto acabado de la fecundidad de la Iglesia”, que en María es “pura disponibilidad a la voluntad de Dios”. También los alentó a vivir en la autenticidad, sin desviarse de lo esencial, y mostrándose alegres ante el mundo.
“Abrácense a su pobreza con la que dan testimonio de la verdadera riqueza que debemos anhelar. Vivan en la obediencia a Cristo, a la Iglesia y a sus superiores, para conocer la verdadera libertad de los hijos de Dios. Consagren dignamente sus vidas a Cristo cada día, mediante el celibato y la virginidad, con la seguridad de que Él les permite participar de su propia fecundidad”, enumeró el obispo.
“Abrácense a su pobreza con la que dan testimonio de la verdadera riqueza que debemos anhelar. Vivan en la obediencia a Cristo, a la Iglesia y a sus superiores, para conocer la verdadera libertad de los hijos de Dios. Consagren dignamente sus vidas a Cristo cada día, mediante el celibato y la virginidad, con la seguridad de que Él les permite participar de su propia fecundidad”, enumeró el obispo.
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