El Papa recibe la ceniza
Invita a los sacerdotes a pedir a Dios "el don de las lágrimas"
Papa en la ceremonia de la ceniza: "El Señor no
se cansa de tener misericordia de nosotros"
"¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los sacerdotes lloran?"
"con todo el corazón"
significa emprender el camino de
una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual
José Manuel Vidal, 18 de febrero de 2015
El papa Francisco caminó hoy en procesión desde la Iglesia de San Anselmo a la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino, donde comenzó posteriormente la misa de Miércoles de Ceniza, actos con los que abre los ritos litúrgicos de la Cuaresma.
Los actos comenzaron con la procesión a pie, en la que participó el papa ataviado con una capa pluvial morada, color que indica preparación espiritual ante la llegada de la Semana Santa.
Durante la procesión, en la que se pronunciaron letanías, Francisco estuvo acompañado por los cardenales de la Curia romana, obispos y arzobispos, los monjes benedictinos de San Anselmo y los padres dominicos de Santa Sabina, además de algunos fieles.
Ya en la basílica de Santa Sabina, en el monte romano del Aventino, el papa comenzó la ceremonia que incluyó la imposición de las cenizas.
El Papa Francisco celebró hoy la misa del miércoles de ceniza en una basílica del centro de Roma y pidió a todos, pero especialmente a los sacerdotes, "llorar para no ser hipócritas".
Durante su sermón, pronunciado en italiano, señaló que el tiempo anterior a la Pascua -llamado Cuaresma y que inició este día- invita a emprender "un camino de conversión no superficial ni transitorio" sino un "itinerario espiritual" que involucre a toda la persona.
"Nos hará bien pedir a todos, pero especialmente a nosotros sacerdotes, al inicio de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para volver a nuestra oración y nuestro camino de conversión cada vez más auténticos y sin hipocresía", indicó.
"Nos hará bien preguntarnos, ¿yo lloro? ¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los consagrados lloran? ¿Los sacerdotes lloran? El llanto está en nuestras oraciones. Sepan hermanos, los hipócritas no saben llorar, han olvidado cómo se llora. No piden el don de las lágrimas", agregó.
Constató que cuando alguien cumple una buena acción casi instintivamente nace en él el deseo de ser estimado y admirado por ello, para conseguir satisfacción, pero Jesús invita a actuar sin alguna ostentación.
«Dios nos invita a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo», es la exhortación del Papa Francisco en la celebración Eucarística al inicio de la Cuaresma.
En su homilía el Pontífice recordó que la Cuaresma es un tiempo en el que tratamos de estar más unidos a Cristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección. Asimismo, el Sucesor de Pedro subrayó que el camino cuaresmal es un tiempo propicio para la "conversión", pero no una conversión superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona, es decir, el corazón, el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
"El Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, dijo el Papa, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo". Para ello afirmo es necesario dejarnos reconciliar por Dios, es decir la reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito.
Conscientes de esto, dijo El Papa Francisco, "iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección".
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección.
La liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.
El profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón» (2:12). Regresar al Señor "con todo el corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
Aquel "vuelvan a mí de todo corazón" no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocación dirigida a todos: « ¡reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!» (v. 16).
El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.
Justamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces): «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos... cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas... Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas... a ellos les gusta orar de pie... para ser vistos... Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas» (Mt 6,1.2.5.16).
Cuando se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para obtener una satisfacción. Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto» (Mt 6,4.6.18).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: «les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios» (2 Cor 5:20). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. De hecho, el Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando sobre la cruz cargó con nuestros pecados, y así nos rescató y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el «momento favorable» (6,2).
Con esta conciencia, iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección.
Dentro de poco cumpliremos el gesto de la imposición de las cenizas en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: «eres polvo y al polvo volverás» (Gen 3:19), o también repite la exhortación de Jesús: « Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15). Ambas fórmulas constituyen un llamado a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de arrepentimiento y conversión. ¡Cuán importante es para escuchar y acoger este llamado en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es entonces un impulso a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a confiarnos de Él y a confiarnos a Él.
http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano
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